Con motivo del cambio de sede que va a efectuar CC.OO. en Sevilla se ha
celebrado un acto de homenaje al edificio que durante 40 años ha albergado la
actividad sindical de todos los sindicatos que componen la Unión Provincial y
del órgano de dirección regional, la COAN.
Anteriormente dicho edificio fue el emplazamiento principal del sindicato
vertical franquista hasta que tras muchas ocupaciones ilegales se ganó para la
clase trabajadora sevillana.
El día 10 de Octubre varias decenas de dirigentes obreros, mujeres y
hombres, antiguos y actuales se encontraron en el salón de actos donde se han
celebrado miles de asambleas y miles de actos reivindicativos. Entre todas
estas personas estuvieron algunos de los compañeros más significativos en las
luchas de l@s trabajador@s aeronáuticos de Sevilla.
A continuación difundo un artículo de Javier Aristu publicado en la revista
digital <EN CAMPO ABIERTO> y varias fotos del acto, entre ellas algunas
de las proyectadas por el Archivo Histórico de CC.OO. de Andalucía.
Comisiones
Por Javier ARISTU
¿Qué hacen los sindicatos?
¿Dónde están los sindicatos? Son preguntas que he venido oyendo a lo largo de
estos últimos años, años de crisis de las estructuras intermedias de la
sociedad, tiempos de zozobra donde caen instituciones hasta ahora indiscutibles
y se levanta un murmullo de crítica indiscriminada contra todo lo que sea
ejercer una tarea de representación de la gente. Dentro de ese rumor, muchas
veces elevado en el volumen por medios de comunicación muy interesados, los
sindicatos aparecen destacados en el descrédito y demérito. Hablo de los
sindicatos de clase; los corporativos, amarillos y gremiales no suelen recibir
las mismas críticas desde esos círculos del poder mediático, curiosamente.
Se me ha ocurrido esta reflexión cuando he leído que Comisiones Obreras de Sevilla y de Andalucía deja la sede, histórica sede, de la calle Trajano, en pleno centro de Sevilla, para trasladarse a otro edificio más funcional y operativo. Los tiempos y las demandas técnicas y prácticas mandan. Imagino que para algunos, especialmente aquellos que estuvieron por esa sede hace más de medio siglo, habrá supuesto un cierto disgusto porque por aquellos pasillos y aquellos despachos cruzó como un vendaval, acompañado de cárceles y represión laboral, la fuerza social más interesante e importante que nos dieron los últimos años del antifranquismo y de la transición a la democracia. Aquella fuerza provenía de las fábricas sevillanas de entonces (Casa, Hispano, Isa, Fasa…), de una reducida pero consistente malla de talleres medianos de los polígonos y barriadas del extrarradio sevillano, de la construcción (en Sevilla entonces se construía a toda pastilla esos barrios y manzanas que hoy acogen a miles de sevillanos) y de otras actividades económicas.
La calle Trajano acogía entonces
a los sindicatos verticales del franquismo, lo que se llamaba Organización
Sindical Española (OSE), encuadramiento corporativo obligatorio de todo
trabajador español y, a la vez, en un ejercicio parafascista imitado de la
Italia mussoliniana, acogía también a los empresarios. En otro lugar, en la
calle Morería junto a la plaza de San Pedro, estaba instalado el sindicato
vertical del metal. Trabajadores y empresarios juntos en una misma organización
“sindical”, la cumbre del disparate. Por esos pasillos de Trajano anduvo,
conspirando y tratando de encontrar un resquicio que beneficiara a los
trabajadores a los que representaban, un grupo de personas que constituyeron el
núcleo de una organización semilegal, y luego clandestina, a las que llamaron
de forma natural y sencilla Comisiones Obreras. Hablamos de los años entre 1963
y los primeros de la década de los 70, cuando algunos éramos todavía niños y
adolescentes. Era el germen de ese movimiento obrero sevillano que luego en la
Transición dio sangre, sudor y sacrificio a la dificultosa tarea de alumbrar la
democracia a partir de una dictadura hostil. Siempre me he preguntado qué
habría sido de una Transición del posfranquismo sin el movimiento organizado de
Comisiones Obreras. Sin aquellas huelgas y movilizaciones del invierno de 1976
y de los primeros meses de 1977, sin el masivo entierro de los abogados de
Atocha. Aunque haga un ejercicio de futurible, seguramente la Transición habría
sido otra cosa, no creo que mejor que lo que entonces se alcanzó. Sin la
presencia y activismo de los trabajadores organizados en torno a CC.OO las
fuerzas políticas del antifranquismo seguramente no habrían negociado con
Suárez como lo hicieron a partir de diciembre de 1976.
Hay ya una buena colección
de libros sobre este asunto, sobre la función que el movimiento obrero español
(y sus versiones madrileña, catalana, asturiana, sevillana, valenciana, etc.) y
la gente de Comisiones tuvieron en la fase de salida del franquismo. Fue un
proceso largo, discontinuo, pero donde nunca aquellos hombres y mujeres
perdieron el sentido final de aquel movimiento: resolver los problemas
económicos de su gente y alcanzar un sistema democrático para el conjunto de la
ciudadanía. El historiador, por lo general, no se ha olvidado de la gente y del
papel de Comisiones; sí que a veces lo han hecho los propios protagonistas de
la política y los medios de comunicación. Se ha hablado de motores y
de impulsores de aquella Transición olvidando,
conscientemente, que sin los delegados y activistas de Comisiones todo habría
quedado en un arreglo cupular, cosa que no ocurrió a partir de 1976 entre otras
cosas por la movilización popular en la que destacó Comisiones.
Hoy, cuatro décadas después
de aquellas comisiones y de aquellos escasos activistas, CC.OO es el primer
sindicato de España y de Andalucía. En el conjunto español acoge cerca de un
millón de afiliados y representa con una red de 95.000 delegados a algunos
millones de trabajadores del país. Junto con UGT alcanzan la representación de
casi el 70 por ciento de la masa laboral española. No es poca cosa. Comisiones
es seguramente la primera fuerza social organizada de España. No hay partido,
ni juntando a todos, que se le pueda comparar en capacidad afiliativa y
movilizadora. No es un partido político y, por tanto, la comparación puede que
sea inoportuna, pero es una organización socio-política de primer orden y que
ejerce un papel influyente en el conjunto de la sociedad española.
Es, consecuentemente, un
acto emotivo el de abandonar la histórica sede —arrancada también con mucho
esfuerzo al patrimonio sindical heredero del franquismo— y dejar aquellos
pasillos cargados de historia y de esfuerzo humano generoso y altruista. Ya no
asistiremos a esas asambleas en su salón de actos del Duque ni nos tomaremos un
café en el Victoria con algunos de los sindicalistas que dirigen la
organización. Cuando veo la foto de la plaza del Duque, donde se ha retratado
el bloque dirigente del sindicato, me viene a la memoria otras de aquella misma
plaza en días de huelga general, tratando por ejemplo de forzar al Corte Inglés
a que cerrara sus puertas, o concentrados ante la sede pidiendo al gobierno
soluciones al paro o a la cuestión agraria. Por esas puertas ha pasado un
torrente de regeneración y renovación de la vida social y política sevillana
que sería injusto olvidar y despreciar.
En esta Sevilla inundada de
turistas en sandalias y calzones cortos, condensada de cristos y vírgenes que
hacen penitencia por sus calles y plazas, con una elite dirigente ensimismada
en un pasado ya irrecuperable e imaginario, poner en valor, una vez más, en
estos tiempos de cambios y transformaciones el compromiso de los trabajadores y
sindicalistas de clase es el mejor ejercicio que puede hacer una sociedad que
quiere mirar hacia el futuro. Un futuro que pertenece especialmente a quien se
lo trabaja.
Buena suerte a Comisiones
en los próximos cincuenta años.
(enlace a la revista):
https://encampoabierto.com/2019/10/12/comisiones/