Así se torturaba en la vieja
comisaría de la Gavidia, en pleno centro de SevillaLa antigua Jefatura de la Brigada Político Social de Sevilla ha sido
declarada lugar de la memoria. Sus testigos recuerdan para Público aquel
terrible centro de detenciones a finales de la dictadura franquista.
Comisaría de la plaza de Gavidia en Sevilla.- (c) ICAS-SAHP, Fototeca Municipal
de Sevilla, fondo Cubiles
SEVILLA
MARÍA SERRANO (periodista colaboradora del diario publico.es)
La comisaría de la plaza de la Gavidia en Sevilla es hoy un espacio recogido comoLugar de Memoria. Sin embargo sus instalaciones están
abandonadas, con viejos calabozos y tétricos sótanos donde se realizaban terribles
interrogatorios y torturas a finales del franquismo. Aún continúan intactos. Sin conocimiento de qué
actividad será puesta en marcha en sus dependencias.
El documental Comisaria de la Gavidia. Lugar de Memoria Democrática realizado por CCOO Sevilla rescata, a través de un proyecto con el
Ayuntamiento, las vivencias de los que padecieron vejaciones, insultos y maltrato psicológico, buscando que este edificio no se pierda. Tampoco el rastro de sufrimiento
de cientos de víctimas.
¿Dónde se ubica esta antigua Jefatura? La comisaria de
la Gavidia está muy cerca del antiguo cuartel militar. En la misma plaza. Aquel
espacio tiene los peores recuerdos de los días más oscuros de la represión
franquista. Y sobre todo, la sombra de las arengas que desde el micrófono de Radio Sevilla insuflaba el general Queipo de
Llano a la población vencida de Sevilla. En esta misma plaza el último sábado de
cada mes se reúnen las asociaciones memorialistas y sus representantes
reivindicando el derecho a la verdad,
justicia y reparación de sus seres queridos.
Cartel del documental
realizado por Comisiones Obreras
Un espacio de terror ubicado en pleno centro histórico
Los hijos de aquellos
republicanos se revelarían a finales del régimen. Carlos Carreño,
secretario de Relaciones Instituciones del sindicato en Sevilla recuerda
para Público como
esta comisaría fue “el último reducto de la ciudad contra todo elemento que fuera
contrario al régimen”. Por sus oficinas pasaron cientos de hombres y
mujeres sevillanos, fundamentalmente. Jóvenes obreros y estudiantes, que
durante la década de los sesenta y setenta lucharon por la conquista de las
libertades y derechos democráticos.
Hoy pertenece al Ayuntamiento de Sevilla sin actividad ni
uso desde el año 2003
Construida a principios
de los 60, su propiedad ha pasado por manos del Ministerio del Interior. Hoy
pertenece al Ayuntamiento de Sevilla sin actividad ni uso desde el año 2003, cuando el
Ministerio traslada la comisaría a nuevas dependencias.
La Jefatura de la
Gavidia tiene un aspecto curioso. Y es que fue paralela al desarrollo del
temido Tribunal de Orden Público, último juzgado militar de represión política. Se mantuvo activo hasta 1977 y suprimido por decreto-ley del Gobierno
de Adolfo Suárez, el 4 de enero de ese mismo año.
La policía más sádica de la Jefatura de la Gavidia
Los agentes que
integraban la Brigada Político Social dentro de la Gavidia no han podido ser
olvidados por sus víctimas. Francisco Beltrán Ortiz era uno de los más sádicos que sufrió
un grave atentado por parte del GRAPO en 1979. Francisco Colina Neto y el inspector jefe José Soriano realizaban también interrogatorios y
torturas. El jefe de la Brigada Político Social (la policía política de la
dictadura) en aquellos años era José Martín Fernández. Sus testigos recuerdan que este
último “no se pringaba en los interrogatorios. Sólo aparecía para ver cómo iban
los presos en los sótanos. Vigilaba, hacía gestos para que apretaran más, para
decir que ahí estaba él”, dirigiendo al grupo de inspectores que podían tener
en los sótanos a los detenidos casi sesenta horas.
Aunque todos torturaban,
insultaban y asustaban por igual, cada uno tenía una actuación particular.
Dentro del documental realizado por Comisiones Obreras se destaca que “todos provocaban para
justificar su crueldad. Se metían con el preso y cuando este saltaba
encontraban el momento perfecto para torturarlos”.
Soriano es recordado por
los detenidos como un hombre “gordo, bajo y con mucha barriga provocado por el alcohol que
bebía”. Tenía asignado
como vigilancia especial la fábrica de Hispano Aviación y era asiduo a la
oficina de personal de dicha fábrica.
Beltrán ha sido descrito
como un hombre “alto, corpulento, con bigote a lo mejicano y mirada descarada. Golfo y chulo en los
interrogatorios y ante
los detenidos mostraba un trato totalmente ofensivo”. Su negocio de espartería
en la Avenida Marqués de Pickman era muy popular. Recibió un tiro cerca de su
negocio que le atravesó la cara por parte del GRAPO. Aún se encuentra con vida.
Colina era el último de los
inspectores. “Seco, más cortante e hiriente”. En cada interrogatorio, intentaba a
toda costa “asustar al detenido”. Sus víctimas lo califican como un policía
“alto, corpulento y moreno”. Vivía en uno de los barrios obreros de Sevilla, el
Polígono San Pablo.
Un centro de interpretación de la dictadura
El sindicato de
Comisiones Obreras lleva luchando desde el año 2015 para que el edificio de La
Gavidia sea declarado lugar de memoria democrática. Carreño señala a Público que el pasado mes de julio la Junta de
Andalucía aceptó la petición del Sindicato y concedió la distinción de Lugar de
Memoria. “No queremos que caiga en la especulación urbanística ni que retoquen el edificio. Sería una
manera de que los ciudadanos conozcan la verdadera historia de la Sevilla más
reciente”. CCOO reclama que los futuros usos deben estar enfocados a la creación de un centro de
interpretación de la dictadura. A pesar de la distinción
memorialista de la Gavidia, el consistorio no ha revelado qué uso le va a dar a
dicho inmueble.
Las 72 horas de pánico de Kechu Aramburu en la
Gavidia
Los testimonios de
aquellos días en la Gavidia resultan escalofriantes, como el que de Kechu Aramburu que en aquella
época no superaba los 18 años de edad. “En esos años
era estudiante de la Universidad y dirigente de la liga comunista
revolucionaria. Teníamos un peso muy fuerte en el movimiento estudiantes desde
la corriente trotskista”.
Aramburu era menor
de edad. Y su familia procedía de la alta burguesía sevillana. “Vivir aquellos
días no era fácil aunque no teníamos tanto miedo, el que teníamos
estaba interiorizado. Estábamos seguros de estar luchando con un gigante que no
nos iba a vencer y sabíamos que aquella policía nunca nos iba a
dejar en paz”.
Recuerda a los
agentes Colina y Beltrán antes de su detención. “Iban con gabardinas y el
cuello subido por la universidad. Nadie podía decir que no sabía quiénes eran. Eran visibles, se hacían notar y teníamos que
tener mucho cuidado de que no averiguaran nuestra reuniones”.
"Estábamos
seguros de estar luchando con un gigante que no nos iba a vencer y sabíamos que
aquella policía nunca nos iba a dejar en paz”
Aramburu recuerda
con dificultad el año de su detención. 72, 73 o 74. Una reunión nocturna que
acabó con la detención de casi veinte jóvenes de la Liga Comunista. “Solo éramos dos mujeres. El restos eran
compañeros y a todos nos trataron con la misma dureza”, dice Aramburu.
Kechu sabía que la
Gavidia era la casa de torturas por las que muchos
amigos habían pasado. Y los sótanos daban un fiel reflejo de lo que allí
ocurría. “El franquismo no tenía consideración con nadie y todos éramos
enemigos”. Primero los detenidos estaban separados, luego los juntaban en los
sótanos a los que subían a través de una campana. “Sabíamos que al no tener
pruebas a la mayoría nos tendrían que soltar a las 72 horas pero nadie se libró
que de que estos comisarios sanguinarios nos
insultaran y nos dieran patadas. Era el método para destrozarnos
psicológicamente”.
Después de
insultar y llevarnos al límite, a Kechu y sus compañeros los sacaban por los
pelos a la ventana. “Allí te decían que podías caer desde alguno de los pisos
como un huido y que ellos nunca cargarían con las
consecuencias”.
La impunidad, el coraje y el rencor de aquellos días ya está disipado. Kechu no
ha querido olvidar lo que ocurría en aquel edificio, hoy abandonado.
A Paco Sánchez Legran lo interrogaron 60 horas
seguidas
Paco Sánchez
Legrán era también menor de edad y trabajador de la empresa de Hispano
Aviación, en Triana. Con 17 años participaría en una asamblea de
trabajadores de Comisiones Obreras Juvenil. “Aprendía el oficio de oficial
tornero”,
aclara a Público.
Su primera
detención en la Gavidia sucedería tras las pintadas realizas ante la fábrica de
textil de Hytasa en 1969. “La BPS me pilló y fui directo
a los calabozos”.
De las 72 horas que se mantuvo dentro de las dependencias a Paco le estuvieron
pegando casi 60 horas. “Nunca supe si era de día ni de noche pero nunca
lograron que tuviera miedo hasta que me vi la cara destrozada por los puñetazos
y las patadas en el estómago”. Un grupo de madres de presos acudieron a pedir
clemencia al entonces cardenal Buero Monreal. Así se libraría aquel joven de
llegar hasta la cárcel provincial en esta primera detención.
“Nunca
supe si era de día ni de noche pero nunca lograron que tuviera miedo hasta que
me vi la cara destrozada por los puñetazos y las patadas en el estómago”
Paco recuerda que
en su “paso al juzgado de Sevilla reclamaría ante el juez palizas y torturas por parte de los
inspectores”. El magistrado no levantó ni la mirada. Solo se hacía silencio
ante aquellas declaraciones. “Si me pude marchar fue porque a pesar de hablar
de mi militancia en Comisiones nunca llegaron a conocer mi compromiso político con las juventudes
comunistas”.
El comisario
Beltrán fue el encargado de practicar la tortura de Paco. “Era un torturador psicológico que venía cuando
terminaban de pegarme los de la rueda.” Eso significaba que un grupo más amplio
de agentes que “te pisaban, te tiraban al suelo, te volvían a levantar. Eso
ocurría en la tercera o cuarta planta y en el sótano
estaban los calabozos”.
El comisario
Colina y Suárez fueron los que jugaron el rol violento. “Me insultaban y me
decían que sabían que mi tío había estado en un campo
de concentración.También
me ponían la cabeza en la mesa diciendo que sino hablaba detendrían a mi propio
padre”.
Ese era el peor
momento en los calabozos, la presión psicológica. “Cuando alguien largaba era
siempre porque no podía soportar esa tortura psicológica. Las palizas, los
puñetazos se soportaban con los ojos cerrados”. En el tercer procesamiento de
Paco llegó su condena más larga. “Me condenan a un año de cárcel por asociación ilegal y propaganda ilícita. Paco destaca con
ironía como “por ser año santo compostelano, cumpliría solo seis meses de
cárcel. “Una obra social del dictador”. Su etapa carcelaria
finalizaría en 1972.
A Ramón Sánchez Silva le desencajaron la
mandíbula
A Ramón Sánchez lo detienen en la fábrica de Hytasa a
principios de 1968. Lo llevan directamente a la Jefatura de la Gavidia. “Yo
estaba trabajando en la textil y estábamos organizando una protesta porque hubo
una intoxicación y se organizó una asamblea de
trabajadores”
Rápidamente llegó la policía. En aquella fábrica las
condiciones laborales eran miserables. El régimen disciplinario dentro de la
empresa fue lo que llevó a Ramón a sumarse a la lucha. “Había un régimen muy fuerte y te ponían multa por cualquier cosa
o suspensión de sueldo” durante días.
"Nunca olvidaré el sonido del timbre que sonaba.
El que lo escuchaba sabía que era el momento de la próxima paliza
Ramón era también menor de edad como la mayoría de los
que pasaban aquellos días por los calabozos de la Gavidia. “Me llevaron a la
comisaría de la Gavidia. Y allí empiezan a interrogarme. Estoy 72 horas en
comisaría y nunca olvidaré el sonido del timbre que sonaba. El que lo escuchaba
sabía que era el momento de la próxima paliza”.
Beltrán fue el inspector encargado de sacudir a golpes
al joven Ramón. “Fueron insultos, vejaciones y puñetazos en los costados”. Era un miedo interior. Ramón nunca olvidará aquel camino hacia los
sótanos.
No fue su única detención. “A principios del 69, me
detuvieron en preventiva dentro del estado de excepción. El año
anterior me detuvieron cinco o seis veces. Si estabas fichado ya podías
aparecer por la Gavidia cada vez que ellos quisieran”. En una de aquellas
ocasiones fue tal la paliza recibida que de una patada en la boca, le desencajaron la
mandíbula.
Este militante guarda recuerdos del comisario Colina
que hizo en su interrogatorio de “poli bueno” De Beltrán relata como disfrutaba
pegando y amenazando. “Te ponía un Mundo Obrero encima de la mesa y se reía después de darte un puñetazo en la cara y
patadas en los testículos”.
Ramón señala de aquellos interrogatorios una escena
que se le ha quedado grabada: “Entré a las seis de la mañana en la primera
ocasión que llegué a la Gavidia y salí a las cuatro de la tarde. Les dije que
tenía sed y
hambre después de tantas horas. Y se rieron durante un rato. Era unos sádicos. Y
sus miradas te infundían un odio profundo” como enemigo del sistema.